Y ¿AHORA QUÉ HAGO?
Aquella noche de junio Francisco apenas había dormido. Se levantó a las seis de la mañana, como venía haciendo durante los últimos veinticinco años, para ir a trabajar. La rutina de cada día le conducía hasta la oficina en un estado de somnolencia que le duraba hasta que el conserje lo saludaba con los buenos días de rigor. Había llegado el día fatídico y le esperaba el finiquito como a los demás compañeros. El negocio desde hacía dos años no era rentable y ya se sabe lo que pasa cuando los números de la contabilidad se tiñen de rojo. Con cincuenta años Francisco ve su futuro cubierto de negros nubarrones en el que no se vislumbra ni un resquicio de luz. Empieza a buscar trabajo y pronto se da cuenta de lo perdido que está tratando de abrirse paso en un mundo laboral que no tiene nada que ver con el que conoció hace treinta años. Durante toda su vida profesional el trabajo que desempeñó fue el mismo, en una oficina de las de siempre donde no supiero