LA POBREZA
No sabe adónde ir. Deambula por las calles sin rumbo y mira
hacia arriba mientras sus ojos descansan en las oquedades de una cara enjuta que ya sólo expresa
resignación.
Ningún escultor habría conseguido esculpir una talla igual; pero la vida ha ido conformando,
con el cincel del tiempo, la figura más real de la pobreza:
Fondo de casas desvencijadas donde la luz mortecina de una
farola no llega a descubrir la realidad
lúgubre de una calle por la que caminan vidas sin rumbo, sin prisa, sin nada
que perder porque su equipaje es ligero.
Miro esta foto una y mil veces y no me canso de mirarla. Mi primera impresión
es que se trata de un vagabundo; pero la
carga mimética que desprende consigue que no tarde en solidarizarme con él. Es
el conjunto de su figura la que
desprende un halo de paz y serenidad
difíciles de encontrar en el mundo en
que vivimos —seguro que huele mal, pero ese olor desagradable es muy humano y desaparece
con una buena ducha.
Sigo mirando la foto porque estoy convencido de que en esta
figura puedo descubrir la esencia más pura del ser humano. Dentro de los
harapos que lo envuelven me imagino un
corazón que ha sido testigo permanente del milagro de la vida mientras iba
escribiendo su historia. Pero son sus
manos y la expresión de su cara lo que me fascina. Manos huesudas que sujetan
un saco donde lleva todas sus pertenencias
Cara de expresión serena con ojos de mirada clara e
indefinida; boca entreabierta, nariz aguileña, gorra que le cubre la cabeza
hasta las orejas. Manos quietas que salen de las mangas de un abrigo viejo;
dedos largos, huesudos, quietos para no desviar la atención de su atento mirar…
Seguramente El Greco lo hubiera elegido de modelo para plasmar las virtudes de
algunos de sus santos camino del cielo.
La contemplación me lleva a la reflexión y podría inventarme
una historia a partir de esta foto. Sería pura ficción porque no sé nada de
esta persona ni del contexto que lo envolvía cuando la fotografiaron; pero sí
me atrevo a decir que la pobreza, si no es extrema y conserva la dignidad,
puede ser refugio de muchos valores que
andan a la deriva en un mundo de apariencias efímeras.
Jesus
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