QUIEN BIEN TE QUIERE…

Manolita tenía ocho hijos y un marido que no la acompañó mucho en la vida, que juntos habían proyectado al casarse. Cerca sí estaban, pero tan lejos…
Ella bregaba con la hacienda que poseían y con el cuidado y educación de sus hijos.
Él bregaba con las cartas de la baraja y sus compinches, en el antiguo y sórdido café del pueblo.
Algunas de las primas de Manolita le aconsejaban que dejara a su marido. A ella, eso le parecía una sinrazón.
--¡Dejar a mi marido! ¡Qué barbaridad!--  Contestaba llorando.
A  Manolita,  no la habían educado para actuar así. Solamente había aprendido a ser abnegada, resignada y trabajadora pasara lo que pasara.
Y además, cuando algún día pasaba por el confesionario de D. Leandro, párroco del
pueblo, se lo acababa de confirmar: --resignación, Manolita, resignación… piensa que te estás ganando el cielo aquí en la tierra--.
Afortunadamente, Manolita contaba con un hermano menor que ella, al que adoraba, y con él, aparte de sus hijos, es con quien más le gustaba pasar largos ratos cuando la visitaba. Martín, así se llamaba su hermano, siempre la hacía reír. De cualquier comentario insignificante él sacaba una chispa divertida, de manera que Manolita esperaba sus visitas “como agua de mayo”.  A  ella la presencia de su hermano le representaba un bálsamo para el alma.
Así es que aquí podemos revertir el refrán y diremos: “Quien bien te quiere te hará reír”.

Carmen

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